sábado, 2 de agosto de 2008

Firenze



Como viajar en el tiempo, a otra época, en otro mundo, recorrer sus calles, andar por los callejones, descubriendo
impresionantes palacios, pequeños rincones maravillosos. Cada calle es un homenaje al arte, que se respira por todos lados y en todas las personas, es como si la ciudad fuera un imán que atrae artistas, pintores, escritores, escultores... todos ellos atraidos por su magnetismo irresistible. Y uno se imagina como sería vivir allí hace cinco siglos y cierras los ojos y escuchas los cascos de los caballos, los carruajes y de repente te sorprenden las campanadas que resuenan por toda la ciudad. La imaginación queda abierta a todo un mundo de sensaciones.


Al atardecer el sol la baña con su dorado anaranjado cubriéndola de una estela mágica, y yo contemplándola tengo que reconocer que me encandila, me sobrecoge, me emociona y... me enamora