Anoche diluviaba en Madrid, como si el cielo llorara con ella, no sabe quién lloró más el cielo o su corazón. Hay noches húmedas, no de lujuria, deseo, sexo y sudor, si no de tristeza inmensa, de impotencia, pero sobre todo de mucha tristeza. Salió el sol esta mañana, pero no para ella. El reflejo del espejo le enseña una mirada apagada, los ojos rojos e hinchados de tanto sentir. Anoche sintió su calor acurrucándola en sus brazos y deseaba con todo su ser que esa sensación fuera eterna y que su tristeza se esfumara. Quería volar, pero al amanecer ve que todo sigue igual.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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